lunes, 5 de diciembre de 2011

Artículo aparecido el 25 de noviembre 2011, en la revista Ellas de la Prensa

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En la mente de Cuevas

Vannie Arrocha Morán

Conrado Cuevas. Su hija murió a puñaladas -infligidas por su ex novio- hace dos años. Desde entonces se le ve en las actividades que exigen seguridad y respeto para las mujeres con su cartelón “Alí somos todas".

Hoy el blanco ya predomina en su cabello. Es alto (1.80 m aproximadamente) y delgado. A sus 54 años aún luce apuesto. Sus ojos son una mezcla de gris y verde; pero cuando recuerda la forma en que murió su hija, las venas capilares de sus ojos revientan; su mirada parece fuego.

Pudo haber muerto de una sola puñalada, pues de las 26 que recibió, 11 eran letales, asegura Conrado Enrique Cuevas Zelaya, basado en el informe forense que leyó.

El cuerpo de su hija, la méxico-panameña Alí Cuevas, estudiante de Letras clásicas de la Universidad Autónoma de México, no soportó el castigo que le propinó su ex novio Osvaldo Morgan Colón, tan solo unas horas después del 19 de septiembre de 2009, día en que ella había cumplido 24 años.

Ese mismo año, en Panamá, los asesinatos de mujeres de forma violenta ascendieron a 80; y Alí Cuevas Castrejón se convirtió en una de las mil 200 féminas asesinadas en México, el país natal de su madre.

El padre. En el tiempo en que a Puerto Armuelles, Chiriquí, también le sonreía la bonanza, por sus fincas bananeras, nació Conrado Cuevas (1957). A pesar de que en su infancia gozó de varios privilegios por ser hijo del mandador de la finca, de adolescente trabajó junto a los peones y se inscribió en el sindicato de trabajadores apenas su edad se lo permitió.

A los 27 años se trasladó a México a estudiar ingeniería industrial. Allá conoció a la estudiante de economía Sonia Castrejón Mata y se enamoraron. Al año siguiente la pareja tendría su hija.

Debía nacer en octubre, pero el terremoto de 8.1 mw (magnitud de momento sísmico) que sacudió a México en la mañana del 19 de septiembre de 1985, provocó que el parto de Sonia Castrejón se adelantara.

En 1987, Conrado Cuevas regresa a Panamá y trae consigo a su nueva familia. Se hizo activista contra la dictadura del general Manuel Antonio Noriega; por ello aún tiene incrustrada una bala en la columna.

Esta es la parte más relajada de la entrevista. Su rostro no se tensa ni su voz se hace esperar. “Como a todo el mundo a mí me agarraron preso. Me hirieron, me torturaron. Varios amigos míos murieron”.

“Mi hija se encontraba con mis padres. El G2 me amenazó de que iba a matar a la niña. Ella era lo único que tenía. Hablé con mi familia y decidimos enviarla a México, porque tomábamos la amenaza de esa gente en serio”.

La nueva familia -Sonia, Conrado y Alí- se volvió a reunir en México. Cuando el istmo recobró la democracia, Conrado Cuevas quiso regresar a su país. “Sonia veía más futuro en México.

Yo quería volver. No nos quedó más remedio que hacer una separación amistosa, aunque nos siguiéramos queriendo. Pero nuestros intereses eran diferentes. Para nosotros lo más importante fue que cada uno se realizara como quería”.

La crianza de Alí. “Nunca permitas que nadie te pegue, que nadie te humille.

A pesar de que se criaba en una sociedad machista como la mexicana, nosotros -su mamá y yo- le decíamos que ella podía hacer lo que quisiera”, expresa el chiricano.

“Ella era una feminista y a mí me enorgullecía”, cuenta Cuevas. ¿Cómo se explica que una mujer que cree en la igualdad de derechos y el respeto hacia la mujer haya sido víctima de femicidio?

Por sus conocimientos, Alí tuvo exceso de confianza, pensó que sabía cómo lidiar con hombres violentos, opina su padre.

Por su parte, él se autodefine como un hombre respetuoso de la mujer. “Mis parejas lo pueden decir, yo he sido muy respetuoso. Pienso que una pareja es una decisión mutua. Cuando el amor se acaba... El amor eterno no existe. Todo cambia”.

Además de Alí Cuevas, Conrado Cuevas es padre de tres hijos, frutos de dos uniones posteriores.

La mala noticia. “Conrado, nos han avisado de que Alí murió en un accidente”, le avisan vía telefónica en la noche del domingo 20 de septiembre. El vocero fue el padre de Conrado, abuelo de Alí Cuevas.

Al día siguiente estaba en ciudad de México. “La mitad del rostro la tenía cubierta con una gasa, me imaginé que no era un accidente”.

“Díganme la verdad, yo soy su padre”, cuenta que preguntó.

Como la mató el novio, “eso en México se ve como algo vergonzoso”. Es decir, que si el hombre la agredió fue porque ella lo engañó o hizo algo que lo provocara.

Según Cuevas, el homicida Morgan indicó como provocantes que Alí le dijera: “Chaparro. Ya no te quiero. Ya no quiero estar más contigo”.

Alí, con sus 26 heridas de arma blanca, fue encontrada en la cocina del apartamento de Osvaldo Morgan, quien había hecho una fiesta de cumpleaños para su ex novia. Según algunos medios de prensa, la pareja apenas tenía dos semanas de haber terminado la relación; su madre sustenta que ya tenían tres meses separados.

Explica su padre que “la costumbre de los mexicanos es que antes de salir de una casa, después de una fiesta que se hace en tu honor, ayudas a limpiar como agradecimiento”.

“Los peritos concluyeron que la primera puñalada fue en el ojo izquierdo y que se desmayó por el dolor e impresión de perderlo”. Añade que no se encontró piel en las uñas de la méxico-panameña, lo que se interpretó como que no opuso resistencia, hecho que contradice la versión de Morgan, quien señala que atacó a Alí en defensa propia.

Por qué. Sus palabras salen de su boca a cuenta gotas, cuando expresa cómo lo dejó la muerte de su hija. “Moralmente destruido. Me deprimió muchísimo tener que enterrar a mi hija. Luego una depresión y una gran inseguridad”. Que un agresor le haya robado la vida a Alí, lo ha vuelto sobreprotector con sus hijos, porque “si le pasó a Alí con toda su seguridad, firmeza...”.

Han pasado dos años desde la muerte de su primogénita, tiempo que él ha utilizado para empaparse de la lucha de género y para tratar de comprender por qué se genera esta violencia cruel contra las mujeres.

“La escuela te va creando un concepto de supremacía masculina”, advierte que las conversaciones de niñas son muy diferentes a las de los varones.

Cuando lee sobre los asesinatos a mujeres por parte de sus parejas registra que la barbarie se explica como “si ella te hace algo, enséñales, que te respeten”. El ensañamiento -según Conrado Cuevas- es para “aleccionar a las vivas”, sobre todo a las mujeres que “pretenden ser críticas, autónomas”.

“Para mí, el femicidio es terrorismo de género”, opina el hombre que confiesa que antes de la muerte de su hija no conocía el término femicidio.

Al cabo de 61 minutos la entrevista terminó. En una de las salas de espera de La Prensa, lo esperaban su pareja la historiadora Dania Batista y sus dos hijos menores, Nadia, de 11, y Guillermo, de 6 años.

Todas son Alí. Hoy, 25 de noviembre, día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, en la ciudad capital se realizarán dos marchas para conmemorar este día promulgado por Naciones Unidas en 1999.

En ambas marchas estará presente Conrado Cuevas, con su cartelón “Alí somos todas”.

“No vamos a revivir a mi hija, pero podemos evitar que se repitan casos como este”, opina el ingeniero de 54 años. “Hay personas que se me han acercado. Una mujer me contó que tenía una relación violenta, terminaban y regresaban. ‘Cuando supe lo que le pasó a tu hija, me dio valor y rompí”.

Cuevas manifiesta que se necesita una ley de Estado para combatir este delito.

“Hoy yo veo como hipócrita luchar por los derechos humanos y no luchar por los de la mujer”.